Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella – Montesquieu
A veces «romper el hielo» es más fácil de lo que parece.
¿No te ha pasado alguna vez que has sonreído a alguien, mientras dabas un paseo o viajabas en metro, e instintivamente te han devuelto la sonrisa?
A veces hay que dejar de lado la teoría y ser más naturales, más humanos, más nosotros mismos. Porque…, ¿qué más da si no le gustamos a todo el mundo? A mi me basta con alegrarle el día a una sola persona para que ese día haya merecido la pena ser vivido.
Nunca olvidaré una noche, al volver de Edimburgo, cuando viajábamos en el Southern Railway de Gatwick a Victoria. Era cerca de medianoche, último tren del día. Recuerdo que la gente estaba agotada y en el vagón la moral no era muy alta. Esa noche ocurrieron dos situaciones que me hacen recordarla con dulzura. La primera de ellas se produjo cuando le cedí mi asiento a una mujer con un bebe en brazos. No me dijo gran cosa, pero aún recuerdo la sonrisa que me regalo. La segunda de ellas se produjo al abandonar la estación. Hacia bastante frío y la gente deambulaba procurando no malgastar energías. Yo había visto «La la land» días atrás e iba silbando, no sin cierta ironía, «Another day of sun». Cuando salimos a la calle una mujer joven, acurrucada en su abrigo, me miro y me sonrío. Tampoco me dijo nada, pero su mirada lo decía todo: Gracias.
Otro ejemplo que me encanta recordar. Reunión de trabajo con clientes internacionales, situación tensa, cláusulas por debatir, puntos en desacuerdo,… Tras las reunión tuve el placer de mostrarles las instalaciones y en esos 20 minutos pasamos del invierno al verano. Entre explicación y explicación pude descubrir a padres de familia orgullosos de sus hijos y esposas, aprendí sobre sus comidas y costumbres, de sus formas de vida, de sus miedos y preocupaciones. ¡Incluso me llegaron a mostrar sus casas vía internet!. Dejamos de ser para ser partes con distintos intereses para ser personas del mismo planeta.
La belleza es un estado de ánimo – Émile Zola
Estas y otras experiencias me han enseñado que lo que nos acerca a los demás, lo que «deja huella» y marca la diferencia, para nada tiene que ver con la teoría, sino con su práctica. Que si pretendemos conectar, es imprescindible pausar los estándares, los protocolos y las metodologías. Diluir los debería, los que dirán, y los que pasaría si… Y simplemente ESTAR, disfrutando del momento y de las personas con quienes lo estamos compartiendo.
De esta manera, lograremos de forma natural…
- … estar disponibles para prestar apoyo en los momentos difíciles. ¡Y para celebrar los buenos!
- … estar para cuidar, animar y motivar.
- … estar para guiar, mostrar el camino y llegado el momento dejar volar.
- … estar para escuchar y discernir la paja del grano, la simple cháchara de la necesidad.
- … estar para ser el punto de apoyo con el que muevan el mundo.
- … estar para conectar, hacer participes y participar.
- … para ser la mejor versión de nosotros mismos. El cambio que queremos ver en el mundo.
- … para inspirar a los demás a que también lo sean.
Porque cuando estamos presentes, la conexión con los demás es instantánea y las relaciones dejan de ser un rompecabezas para convertirse en un juego de niños.
Dejemos entonces de actuar, de ser artificiales y SEAMOS quienes realmente somos. Personas imperfectas, alcanzables, disponibles y «amables».
(«Amables» del verbo amar; porque solo mostrándonos tal y como somos nos damos la oportunidad de poder ser amados)